Entrevista a Silvia Menchú.
Nosotras desde siempre hemos sido artistas, pero nos ven como artesanía. Dicen, qué lindo el traje de las mujeres mayas. Nos sacan fotos y las pegan en los carteles. Y esto ya lo hacemos nosotros con nosotros mismos.
A mí me interesaría hablar de la perversidad de cómo funcionan las organizaciones en la lucha de las mujeres y en las otras luchas también, de que quienes tendrían que defender reproducen y asientan la violencia. Muchas veces juegan un papel teatral, no se meten con nadie que tenga poder.
Mi vida no se puede comprar, no se puede vender.
Es como una obra de teatro que dice El Pueblo unido jamás será vencido o Mujer levántate y lucha. Hay que estar lejos de la realidad para pensar que esas frases sirven de algo.
Cuando no hay claridad hay tristeza. Yo miro el lago y hay días que se ve triste. ¿Será que yo estoy triste o que el lago está triste?
La cooperación internacional, las ONG, dieron un modo de vida. Y la cooperación tiene dos partes, el que da y el que recibe. Casi siempre se critica al que da y se absuelve al que recibe. Y yo quiero pensar en que pasa con el que recibe. Porque no es sólo es el dinero, también es el status, ya no es lo mismo, ya no nos miramos igual, no nos hablamos igual. Entre nosotras, en nuestras organizaciones también hay clases sociales, hay relaciones de poder. Cuando recorremos la historia, y vemos lo que fue la lucha, y vemos que ya no se recuerda nada, eso llora sangre. Y sabemos que estamos en la misma represión pero el sistema nos copta. ¿A quién vienen a reprimir las reformas constitucionales? A nosotros, los indígenas. Y lo más triste es que este sistema se reproduce en nosotros, ¿cuantos no somos colonialistas? Está todo desarticulado, nos enfrentamos porque estamos peleando por el mismo espacio.
Yo vivo bajo amenazas. Vivo con la cuchillada detrás de la espalda. Pero no quiero pensarme como víctima, ponerse en ese lugar es peligroso porque te justifica.
Los acuerdos de paz fueron la derrota, una derrota ideológica. Una derrota que está adentro. Siento que todavía no pensamos lo suficientemente en eso.
Si no hay crítica cuál va a ser la construcción.
Si no hay autocrítica cuál va a ser la construcción.
Yo creo hay cosas que se hacen bien. Que tienen sentido. Lo que nosotras hacemos tiene que ver con nuestra propia vida, con nuestra cultura, con nuestra historia. No nos vemos como mujeres que ayudamos. Muchas de nosotras sufrimos violencia y racismo.
Hay organizaciones que se reparten las víctimas como si fueran un botín. Porque los proyectos necesitan víctimas para conseguir financiación. Es la economía de mercado, así funciona. Aunque se la maquille con grandes palabras.
Nosotras peleamos contra el machismo, luchamos para que se haga justicia. Pero sabemos que hay un desequilibrio más hondo, hay algo que nos está llevando a esta violencia. Y tratamos de entender ese desequilibrio.
Es difícil seguir viviendo en un mundo tan destrozado.
Vamos del silencio a la agresión.
Yo trato de ir tejiendo pequeños mundos, con la gente con la que trabajo, con la gente en la que creo, en la que confío, de la que aprendo.
Y a la vez me siento quebrada. No hablo del dinero. Ideológicamente hablo. Yo empecé a preguntarme, por qué defiendo a las mujeres y no me sostengo a mí misma.
Nosotras tratamos de mirar la luz.
Y el miedo, incluso a la muerte.