Hannover
Hannover bombardeada. Al fondo, a la izquierda, la iglesia de Aegedienkirche, escenario principal de la obra.
Una bomba y un milagro.
Era 1944. La Segunda Guerra Mundial estaba en su fase final. Casi todos los días hubo bombardeos de las fuerzas aéreas británicas y estadounidenses aquí, en Hannover y en otras grandes ciudades. Yo tenía tres años. Tenía problemas en la piel, probablemente debido a una deficiencia nutricional. Para no rascarme y sangrar durante la noche mientras dormía, mi madre me ataba con correas en las manos y los pies a mi cama, que estaba debajo una ventana alta. Una noche, una bomba cayó muy temprano en el campo. Aunque a unos 80 m de distancia, la presión del aire era tan grande que la ventana que estaba encima de mí se rasgó de la pared y se cayó sobre mi cama. Cuando mi familia llegó a mi habitación después del estallido, me encontraron cubierto con innumerables fragmentos de vidrio, pero estaba ileso. Ninguna de las astillas me había hecho daño.
Ensayo en casa de Angelika, con banjo.
We can dance.
Vengo a trabajar de Turquía a los quince años. Vivo con mi tía en un barracón de madera, el suelo es de tierra. A la noche escucho los ladridos de los perros y tengo miedo. Todas las tardes regreso caminando del trabajo hacia la casa sin detenerme, como me dijo mi tía. Pero una noche me quedo mirando una puerta negra, detrás se oye lejano el ruido de la música. Entro, la gente baila. Escucho por primera vez en mi vida “We can dance”, de Abba.
Las plantas de Alhem.
La»Israelitische Erziehungsanstalt» fue fundada en 1893 por el banquero judío Moritz Simon y formó profesionalmente a miles de jóvenes judíos de Baja Sajonia en horticultura y jardinería.
En 1941 los nacional socialistas cerraron la escuela y la convirtieron en el Cuartel General de la Gestapo. Entre diciembre de 1941 y enero de 1944, más de 2,000 judíos de todo el sur de la Baja Sajonia fueron apresados allí antes de ser deportados a los campos de exterminio del este.
El edificio principal vacío de la escuela de horticultura se convirtió en una prisión policial. En marzo de 1945 al menos 59 presos fueron asesinados por ahorcamiento y otros 56 reclusos fueron asesinados por la Gestapo junto con 98 reclusos del campo de educación laboral de Lahde en un tiroteo masivo en el cementerio de Seelhorster el 6 de abril. Sólo una de las víctimas escapó.
Después de su liberación, los sobrevivientes judíos de Shoa establecieron un kibutz agrícola en Ahlem, el mismo lugar desde el que habían sido deportados. El último de ellos emigró a Palestina a principios de 1948.
Dos estudiantes y un profesor de la Escuela de Alhem imaginarían y diseñarían los jardines de los kibutz en esos territorios. Unos jardines absolutamente diferentes a los jardines que habían sido creados anteriormente.
Mi Padre.
Todavía vive en Hamburgo, tiene 97 años. Somos una familia de profesores, yo soy la tercera generación. Mi padre era miembro de la Waffen-SS. En el frente ruso, cada mañana después de levantarse, tenían que hacer el saludo de Hitler, a la altura de los ojos. Una mañana gritó «Heil Hitler» y un partisano ruso le disparó. La bala le cortó parte de un dedo.
Veíamos este dedo todos los días después de la guerra y nos recordaba que nuestro padre había sido un soldado. De niños, le preguntamos cómo era la guerra. Y él nos contó que una vez golpeó la puerta de una casa y la casa se derrumbó frente a él. Mi padre quedó frente a las ruinas, de pie.
¿Disparaste? ¿Mataste a alguien? Tal vez, pero no sé.
¿Por qué peleaste? No luché por Hitler, sino por Alemania.
No sé qué se supone que es eso, luchar por Alemania, cuando Hitler decidió invadir el mundo. Y la verdad es que no le creí. El grupo al que pertenecía mi padre, la Waffen SS, era parte de la guardia personal de Hitler. Lo amaron y prometieron morir por él. El hermano de mi padre pasó muchos años al lado de Hitler.
Mi padre estudió en un internado de la República de Weimar hasta los diez años y luego lo cambiaron a una escuela nazi. Quizás él nunca hubiera estado tan cerca del nazismo si no hubiera ido a esa escuela. Nunca lo sabré.
Tumba del tío del escritor del texto, en el frente ruso. El otro cuerpo nunca fue identificado.
El escritor del texto, Torsten, en su infancia.
Una biblioteca en Siria.
En Siria tengo una Biblioteca con 5000 libros. En 1982 el Ejército entró a mi casa buscando armas pero sólo encontraron mis libros. Como estaban enfurecidos, por no haber encontrado armas, sacaron los libros de mi biblioteca y los tiraron al suelo. Yo amo mucho a mis libros y por eso les dije a los soldados: “Cuando ustedes hacen eso con mis libros es como si me mataran”. Los soldados tenían armas y lo que yo dije no fue una pregunta, fue una orden. Algunos de ellos hubieran disparado muy tranquilos sobre mis libros o sobre mí, pero el Coronel les dijo que volvieran a dejar mis libros en la Biblioteca. Eso hicieron y luego partieron.
Conversación con Wael, Adel, Mona. Café con cardamomo y dulces.
Dos alumnos
Cuando empecé a dar clases en el secundario, en los años 60, dos chicos de unos quince años se involucraron en el movimiento neo nazi. Yo era nueva en la escuela y uno de estos chicos entró en mi curso. Los profesores los señalaban con el dedo pero yo intenté hablar con él. Su hermana militaba en un grupo de la izquierda y su padre era Pastor. Yo creo que por eso él comenzó a formar parte de estos grupos de ultraderecha. Él no quería hablar y yo le pedí que cantara junto a mí. Él se quedó en silencio y yo comencé a cantar. Antiguas canciones de Bach. Cuando terminé el me dijo que conocía una de esas canciones, porque se las cantaba su abuela. Él no cantó pero venía a escucharme cantar, a veces en el aula y otras veces en los bosques que rodeaban la escuela. Y una tarde, junto al lago, cantó.
Gerlinde, la maestra, en Berggarten.
El día que llego a Hannover.
Salgo de casa cerca de las seis de la tarde. Hace frío y me pierdo (o me dejo perder) en sus calles. Llego a una plaza. Hay lápidas dentro de ella. No es similar a otras ciudades, donde hay un pequeño cementerio cercado. Las lápidas se encuentran en medio del césped, por donde pasan amigos caminando, un niño corre y un borracho está echado. Cruzo al otro lado de la plaza y me encuentro con una pequeña capilla, sin techo, en ruinas. Hay un pozo en medio de ella, en el que calculo que podrían entrar apretadas unas cincuenta personas. Desciendo adentro y miro hacia el cielo. Imagino que una bomba cayo desde allí, destrozó el techo que ahora no está y abrió el pozo en el que estoy parado.
Hay algo que me acompañó en el recorrido desde el campanario. Los pájaros. Cientos de pájaros volando en bandadas sobre los techos de la ciudad. Pienso en Hannover como la ciudad de los pájaros, un título grandilocuente, y sigo caminando hacia un campanario que se ve a lo lejos.
En la puerta lateral de la Iglesia escucho un canto. Abro la puerta y veo al fondo del escenario, un coro de personas mayores cantando. En ese lugar, viendo a una mujer que intenta seguir cantando, lloro por cosas que no tienen nada que ver con ella ni con Hannover. Esa mujer – y sus compañeros del Coro – serán parte de este trabajo.
El árbol que has olvidado aun se acuerda de ti (Atahualpa Yupanqui).